[Una malaventura o Guadaña del tiempo ] | |
IT was a quiet and still afternoon when I strolled forth in the goodly city of Edina. The confusion and bustle in the streets were terrible. Men were talking. Women were screaming. Children were choking. Pigs were whistling. Carts they rattled. Bulls they bellowed. Cows they lowed. Horses they neighed. Cats they caterwauled. Dogs they danced. Danced! Could it then be possible? Danced! Alas! thought I, my dancing days are over! Thus it is ever. What a host of gloomy recollections will ever and anon be awakened in the mind of genius and imaginative contemplation, especially of a genius doomed to the everlasting, and eternal, and continual, and, as one might say, the continued — yes, the continued and continuous, bitter, harassing, disturbing, and, if I may be allowed the expression, the very disturbing influence of the serene, and godlike, and heavenly, and exalting, and elevated, and purifying effect of what may be rightly termed the most enviable, the most truly enviable — nay! the most benignly beautiful, the most deliciously ethereal, and, as it were, the most pretty (if I may use so bold an expression) [page 230:] thing (pardon me, gentle reader!) in the world — but I am led away by my feelings. In such a mind, I repeat, what a host of recollections are stirred up by a trifle! The dogs danced! I — I could not! They frisked. I wept. They capered. I sobbed aloud. Touching circumstances! which cannot fail to bring to the recollection of the classical reader that exquisite passage in relation to the fitness of things which is to be found in the commencement of the third volume of that admirable and venerable Chinese novel, the Jo-Go-Slow. | Era una tarde serena y silenciosa cuando eché a andar por la excelente ciudad de Edina. Terribles eran la confusión y el movimiento en las calles. Los hombres hablaban. Las mujeres gritaban. Los niños se atragantaban. Los cerdos silbaban. Los carros resonaban. Los toros bramaban. Las vacas mugían. Los caballos relinchaban. Los gatos maullaban. Los perros bailaban. ¡Bailaban! ¿Era posible? ¡Bailaban! ¡Ay, pensé yo, mis tiempos de baile han pasado! Siempre es así. ¡Qué legión de melancólicos recuerdos despertará siempre en la mente del genio y en la contemplación imaginativa, especialmente la del genio condenado a la incesante, eterna, continua y, como cabría decir, continuada... sí, continuada y continuamente, amarga, angustiosa, perturbadora, y, si se me permite la expresión, la muy perturbadora influencia del sereno, divino, celestial, exaltador, elevador y purificador efecto de lo que cabe denominar la más envidiable, la más verdaderamente envidiable, ¡sí, la más benignamente hermosa!, la más deliciosamente etérea y, por así decirlo, la más bonita (si puedo usar una expresión tan audaz) de las cosas de este mundo! ¡Perdóname, gentil lector, pero me dejo arrastrar por mis sentimientos! En ese estado de ánimo, repito, ¡qué legión de recuerdos se remueven al menor impulso! ¡Los perros bailaban! ¡Y yo no podía bailar! ¡Retozaban... y yo sollozaba! ¡Brincaban... y yo gemía! ¡Conmovedoras circunstancias, que no dejarán de evocar en el recuerdo del lector clásico aquel exquisito pasaje sobre la justeza de las cosas que aparece al comienzo del tercer volumen de la admirable y venerable novela china Yo-Ke-Sé! |
In my solitary walk through the city I had two humble but faithful companions. Diana, my poodle! sweetest of creatures! She had a quantity of hair over her one eye, and a blue ribband tied fashionably around her neck. Diana was not more than five inches in height, but her head was somewhat bigger than her body, and her tail, being cut off exceedingly close, gave an air of injured innocence to the interesting animal which rendered her a favorite with all. | En mi solitario paseo por la ciudad me acompañaban dos humildes pero fieles amigos: Diana, mi perra de lanas, la más gentil de las criaturas... Caíale un gran mechón sobre un ojo y llevaba una cinta azul con un lazo a la moda en el cuello. Diana no medía más de cinco pulgadas de alto, pero su cabeza era algo más grande que el cuerpo, y su cola, que le habían cortado demasiado al ras, daba un aire de inocencia ofendida a aquel interesante animal y le ganaba las simpatías generales, |
And Pompey, my negro! — sweet Pompey! how shall I ever forget thee? I had taken Pompey’s arm. He was three feet in height (I like to be particular) and about seventy, or perhaps eighty, years of age. He had bow-legs and was corpulent. His mouth should not be called small, nor his ears short. His teeth, however, were like pearl, and his large full eyes were deliciously white. Nature had endowed him with no neck, and had placed his ankles (as usual with that race) in the middle of the upper portion [page 231:] of the feet. He was clad with a striking simplicity. His sole garments were a stock of nine inches in height, and a nearly-new drab overcoat which had formerly been in the service of the tall, stately, and illustrious Dr. Moneypenny. It was a good overcoat. It was well cut. It was well made. The coat was nearly new. Pompey held it up out of the dirt with both hands. | Y Pompeyo, mi negro. ¡Dulce Pompeyo! ¿Te olvidaré alguna vez? Iba yo del brazo de Pompeyo. Tenía tres pies de estatura (me gusta ser precisa) y entre setenta y ochenta años de edad. Tenía las piernas corvas y era corpulento. Su boca no podía considerarse pequeña, ni cortas sus orejas. Pero sus dientes eran como perlas, y deliciosamente puro el blanco de sus grandes ojos. La naturaleza no le había otorgado cuello, colocando sus tobillos (como es frecuente en dicha raza) hacia la mitad de la parte superior de los pies. Vestía con notable sencillez. Sus únicas ropas consistían en una faja de nueve pulgadas y un gabán casi nuevo, que había pertenecido anteriormente al apuesto, majestuoso e ilustre doctor Moneypenny. Era un excelente gabán. Estaba bien cortado. Estaba bien cosido. El gabán era casi nuevo. Pompeyo lo sostenía con ambas manos para que no juntara polvo. |
There were three persons in our party, and two of them have already been the subject of remark. There was a third — that third person was myself. I am the Signora Psyche Zenobia. I am not Suky Snobbs. My appearance is commanding. On the memorable occasion of which I speak I was habited in a crimson satin dress, with a sky-blue Arabian mantelet. And the dress had trimmings of green agraffas, and seven graceful flounces of the orange-colored auricula. I thus formed the third of the party. There was the poodle. There was Pompey. There was myself. We were three. Thus it is said there were originally but three Furies — Melty, Nimmy and Hetty — Meditation, Memory, and Singing. | Había tres personas en nuestro grupo y dos de ellas han sido ya motivo de comentario. Queda la tercera... y esa persona era yo misma. Soy la Signora Psyche Zenobia. No soy Suky Snobbs. Mi aspecto es imponente. En la memorable ocasión de que hablo, hallábame ataviada con un traje de satén carmesí, que tenía un mantelet arábigo de color celeste. Y el vestido tenía guarnición de agraffas verdes, y los siete volantes del auricula, anaranjados. Constituía yo así el tercer miembro del grupo. Estaba la perrita de aguas. Estaba Pompeyo. Estaba yo. Éramos tres. Así es como se dice que en el comienzo sólo había tres Furias: Melaza, Mema y Hiede: la Meditación, la Memoria y el Violín. |
Leaning upon the arm of the gallant Pompey, and attended at a respectful distance by Diana, I proceeded down one of the populous and very pleasant streets of the now deserted Edina. On a sudden, there presented itself to view a church — a Gothic cathedral — vast, venerable, and with a tall steeple, which towered into the sky. What madness now possessed me? Why did I rush upon my fate? I was seized with an uncontrollable desire to ascend [page 232:] the giddy pinnacle and thence survey the immense extent of the city. The door of the cathedral stood invitingly open. My destiny prevailed. I entered the ominous archway. Where then was my guardian angel? — if indeed such angels there be. If!Distressing monosyllable! what a world of mystery, and meaning, and doubt, and uncertainty is there involved in thy two letters! I entered the ominous archway! I entered; and, without injury to my orange-colored auriculas, I passed beneath the portal, and emerged within the vestibule! Thus it is said the immense river Alceus passed unscathed, and unwetted, beneath the sea. | Apoyándome en el brazo del apuesto Pompeyo, y seguida a respetuosa distancia por Diana, recorrí una de las populosas y muy agradables calles de la ya desierta Edina. Repentinamente alzóse ante mi vista una iglesia, una catedral gótica: vasta, venerable, con un alto campanario que subía a los cielos. ¿Qué locura se posesionó de mí? ¿Por qué me precipité hacia mi destino? Me sentí dominada por el incontrolable deseo de escalar el vertiginoso pináculo y contemplar desde allí la inmensa extensión de la ciudad. La puerta de la catedral mostrábase incitantemente abierta. Mi destino prevaleció. Entré bajo la ominosa arcada. ¿Dónde estaba en ese momento mi ángel guardián, si en verdad tales ángeles existen? ¡Sí! ¡Angustioso monosílabo! ¡Qué mundo de misterio, y oscuro sentido, y duda, e incertidumbre envuelto en esas dos letras! ¡Entré bajo la ominosa arcada! Entré y, sin que mis auriculas anaranjadas sufrieran el menor daño, pasé el portal y emergí en el vestíbulo, tal como se afirma que el inmenso río Alfredo pasaba ileso y sin mojarse por debajo del mar. |
I thought the staircases would never have an end. Round! Yes they went round and up, and round and up, and round and up, until I could not help surmising with the sagacious Pompey, upon whose supporting arm I leaned in all the confidence of early affection — I could not help surmising that the upper end of the continuous spiral ladder had been accidentally, or perhaps designedly, removed. I paused for breath; and, in the meantime, an incident occurred of too momentous a nature in a moral, and also in a metaphysical point of view, to be passed over without notice. It appeared to me — indeed I was quite confident of the fact — I could not be mistaken — no! I had, for some moments, carefully and anxiously observed the motions of my Diana — I say that I could not be mistaken — Diana smelt a rat! I called Pompey’s attention to the subject, and he — he agreed with me. There was then no longer any reasonable room for doubt. The rat had been smelled — and by Diana. Heavens! shall I ever forget the intense excitement of that moment? Alas! what is the boasted intellect of man? The rat! — it was there — that is to say, it was somewhere. Diana smelled the rat. I — I could not! Thus it is said the Prussian Isis has, for some persons, a sweet and very powerful perfume, while to others it is perfectly scentless. | Creí que la escalera no terminaría jamás. Girando y subiendo, girando y subiendo, girando y subiendo, llegó un momento en que no pude dejar de sospechar, al igual que el sagaz Pompeyo, en cuyo robusto brazo me apoyaba con toda la confianza de los afectos tempranos...; sí, no pude dejar de sospechar que el extremo de aquella escalera en espiral había sido suprimido accidentalmente o a propósito. Me detuve para recobrar el aliento; y en ese instante ocurrió un accidente tan importante desde un punto de vista y asimismo metafísico, que no puedo dejar de mencionarlo. Parecióme... aunque en realidad estaba segura... ¡no podía engañarme, no!... que Diana, cuyos movimientos había yo observado ansiosamente... y repito que no podía engañarme..., que Diana había olido una rata. Llamé inmediatamente la atención de Pompeyo sobre el hecho y estuvo de acuerdo conmigo. No quedaba, pues, ningún lugar a dudas. La rata había sido olida... por Diana. ¡Cielos! ¿Olvidaré jamás la intensa excitación de aquel momento? ¡La rata... estaba allí... estaba en alguna parte! ¡Y Diana la había olido! Mientras que yo... no. Así también se dice que el iris de Prusia tiene para ciertas personas un perfume tan dulce como penetrante, mientras que para otras es completamente inodoro. |
The staircase had been surmounted, and there were now only three or four more upward steps intervening between us and the summit. We still ascended, and now only one step remained. One step! One little, little step! Upon one such little step in the great staircase of human life how vast a sum of human happiness or misery often depends! I thought of myself, and then of Pompey, and then of the mysterious and inexplicable destiny which surrounded us. I thought of Pompey! — alas, I thought of love! I thought of the many false steps which have been taken, and may be taken again. I resolved to be more cautious, more reserved. I abandoned the arm of Pompey, and, without his assistance, surmounted the one remaining step, and gained the chamber of the belfry. I was followed immediately afterwards by my poodle. Pompey alone remained behind. I stood at the head of the staircase, and encouraged him to ascend. He stretched forth to me his hand, and unfortunately in so doing was forced to abandon his firm hold upon the overcoat. Will the gods never cease their persecution? The overcoat [page 234:] it dropped, and, with one of his feet, Pompey stepped upon the long and trailing skirt of the overcoat. He stumbled and fell — this consequence was inevitable. He fell forwards, and, with his accursed head, striking me full in the —— in the breast, precipitated me headlong, together with himself, upon the hard, the filthy, the detestable floor of the belfry. But my revenge was sure, sudden, and complete. Seizing him furiously by the wool with both hands, I tore out a vast quantity of the black, and crisp, and curling material, and tossed it from me with every manifestation of disdain. It fell among the ropes of the belfry and remained. Pompey arose, and said no word. But he regarded me piteously with his large eyes and — sighed. Ye gods — that sigh! It sunk into my heart. And the hair — the wool! Could I have reached that wool I would have bathed it with my tears, in testimony of regret. But alas! it was now far beyond my grasp. As it dangled among the cordage of the bell, I fancied it still alive. I fancied that it stood on end with indignation. Thus the happy dandy Flos Aeris of Java, bears, it is said, a beautiful flower, which will live when pulled up by the roots. The natives suspend it by a cord from the ceiling and enjoy its fragrance for years. | La escalera había sido franqueada y sólo quedaban dos o tres peldaños entre nosotros y la cumbre. Seguimos subiendo, hasta que sólo faltaba un peldaño. ¡Un peldaño, un solo pequeño peldaño! Pero de un pequeño peldaño en la gran escalera de la vida humana, ¡qué vasta suma de felicidad o miseria depende! Pensé en mí misma, luego en Pompeyo, y luego en el misterioso e inexplicable destino que nos rodeaba. ¡Pensé en Pompeyo... ay, pensé en el amor! Pensé en los muchos pasos en falso que había dado y que volvería a dar. Resolví ser más cauta, más reservada. Solté el brazo de Pompeyo y, sin su ayuda, ascendí el peldaño faltante y gané el campanario. Mi perrita de aguas me siguió de inmediato. Sólo Pompeyo había quedado atrás. Acerquéme al nacimiento de la escalera y lo animé a que subiera. Tendió hacia mí la mano, pero infortunadamente se vio obligado a soltar el gabán que hasta entonces había sostenido firmemente. ¿Jamás cesarán los dioses su persecución? Caído está el gabán y uno de los pies de Pompeyo se enreda en el largo faldón que arrastra en la escalera. La consecuencia era inevitable: Pompeyo se tambaleó y cayó. Cayó hacia adelante y su maldita cabeza me golpeó en medio del... del pecho, precipitándome boca abajo, conjuntamente con él, sobre el duro, sucio y detestable piso del campanario. Pero mi venganza fue segura, repentina y completa. Aferrándolo furiosamente con ambas manos por la lanuda cabellera, le arranqué gran cantidad de negro, matoso y rizado elemento, que arrojé lejos de mí con todas las señales del desdén. Cayó entre las cuerdas del campanario y allí permaneció. Levantóse Pompeyo sin decir palabra. Pero me miró lamentablemente con sus grandes ojos y... suspiró. ¡Oh, dioses... ese suspiro! ¡Cómo se hundió en mi corazón! ¡Y el cabello... la lana! De haber podido recogerla la hubiese bañado con mis lágrimas en prueba de arrepentimiento. Pero, ¡ay!, hallábase lejos de mi alcance. Y, mientras se balanceaba entre el cordaje de la campana, me pareció que estaba viva. Me pareció que se estremecía de indignación. Así es como el epicentro Flos Aeris, de Java, produce una hermosa flor cuando se la arranca de raíz. Los nativos la cuelgan del techo con una soga y gozan durante años de su fragancia. |
Our quarrel was now made up, and we looked about the room for an aperture through which to survey the city of Edina. Windows there were none. The sole light admitted into the gloomy chamber proceeded from a square opening, about a foot in diameter, at a height of about seven feet from the [page 235:] floor. Yet what will the energy of true genius not effect? I resolved to clamber up to this hole. A vast quantity of wheels, pinions, and other cabalistic-looking machinery stood opposite the hole, close to it; and through the hole there passed an iron rod from the machinery. Between the wheels and the wall where the hole lay, there was barely room for my body — yet I was desperate, and determined to persevere. I called Pompey to my side. | Nuestra querella había terminado y buscamos una abertura por la cual contemplar la ciudad de Edina. No había ninguna ventana. La única luz admitida en aquella lúgubre cámara procedía de una abertura cuadrada, de un pie de diámetro, situada a unos siete pies de alto. Empero, ¿qué no emprenderá la energía del verdadero genio? Resolví encaramarme hasta el agujero. Gran cantidad de ruedas, engranajes y otras maquinarias de aire cabalístico aparecían junto al orificio, y a través del mismo pasaba un vastago de hierro procedente de la maquinaria. Entre los engranajes y la pared quedaba apenas espacio para mi cuerpo; pero estaba enérgicamente decidida a perseverar. Llamé a Pompeyo. |
“You perceive that aperture, Pompey. I wish to look through it. You will stand here just beneath the hole — so. Now, hold out one of your hands, Pompey, and let me step upon it — thus. Now, the other hand, Pompey, and with its aid I will get upon your shoulders.” | —¿Ves ese orificio, Pompeyo? Quiero mirar a través de él. Te pondrás exactamente debajo... así. Ahora, Pompeyo, estira una mano y déjame poner el pie en ella... así. Ahora la otra, Pompeyo, y en esta forma me treparé a tus hombros. |
He did everything I wished, and I found, upon getting up, that I could easily pass my head and neck through the aperture. The prospect was sublime. Nothing could be more magnificent. I merely paused a moment to bid Diana behave herself, and assure Pompey that I would be considerate and bear as lightly as possible upon his shoulders. I told him I would be tender of his feelings — ossi tender que Zaire. Having done this justice to my faithful friend, I gave myself up with great zest and enthusiasm to the enjoyment of the scene which so obligingly spread itself out before my eyes. | Hizo todo lo que le mandaba, y descubrí que, al enderezarme, podía pasar fácilmente la cabeza y el cuello por la abertura. El panorama era sublime. Nada podía ser más magnífico. Apenas si me detuve un instante para ordenar a Diana que se portara bien y asegurar a Pompeyo que sería considerada y que pesaría lo menos posible sobre sus hombros. Le dije que sería sumamente tierna para sus sentimientos... ossí tendre que biftec. Y, luego de cumplir así con mi fiel amigo, me entregué con gran vivacidad y entusiasmo a gozar de la escena que tan gentilmente se desplegaba ante mis ojos. |
Upon this subject, however, I shall forbear to dilate. I will not describe the city of Edinburgh. Every one has been to Edinburgh — the classic Edina. I will confine myself to the momentous details of my own [page 236:] lamentable adventure. Having, in some measure, satisfied my curiosity in regard to the extent, situation, and general appearance of the city, I had leisure to survey the church in which I was, and the delicate architecture of the steeple. I observed that the aperture through which I had thrust my head was an opening in the dial-plate of a gigantic clock, and must have appeared, from the street, as a large keyhole, such as we see in the face of French watches. No doubt the true object was to admit the arm of an attendant, to adjust, when necessary, the hands of the clock from within. I observed also, with surprise, the immense size of these hands, the longest of which could not have been less than ten feet in length, and, where broadest, eight or nine inches in breadth. They were of solid steel apparently, and their edges appeared to be sharp. Having noticed these particulars, and some others, I again turned my eyes upon the glorious prospect below, and soon became absorbed in contemplation. | Empero, no me demoraré en este tema. No describiré la ciudad de Edimburgo. Todo el mundo ha ido a la ciudad de Edimburgo. Todo el mundo ha ido a Edimburgo, la clásica Edina. Me limitaré a los trascendentales detalles de mi lamentable aventura personal. Después de haber satisfecho en alguna medida mi curiosidad sobre la extensión, topografía y apariencia general de la ciudad, me quedó tiempo para observar la iglesia donde me hallaba y la delicada arquitectura del campanario. Noté que la abertura por la cual había sacado la cabeza era un orificio en la esfera de un gigantesco reloj y que, visto desde la calle, debía parecer el que se usa en los viejos relojes franceses para darles cuerda. Sin duda, su verdadero objeto era permitir que el encargado del reloj sacara por allí el brazo y ajustara las agujas desde adentro. Noté asimismo con sorpresa el inmenso tamaño de dichas agujas, la mayor de las cuales no tendría menos de diez pies de largo y ocho o nueve pulgadas de ancho en su parte más cercana a mí. Parecían de un acero muy sólido y sumamente afiladas. Luego de reparar en dichos detalles y otros más, dirigí nuevamente la mirada hacia el glorioso panorama que se extendía allá abajo, y pronto quedé absorta en contemplación. |
From this, after some minutes, I was aroused by the voice of Pompey, who declared he could stand it no longer, and requested that I would be so kind as to come down. This was unreasonable, and I told him so in a speech of some length. He replied, but with an evident misunderstanding of my ideas upon the subject. I accordingly grew angry, and told him in plain words that he was a fool, that he had committed an ignoramus e-clench-eye, that his notions were mere insommary Bovis, and his words little better than an enemy-werrybor’em. With this he [page 237:] appeared satisfied, and I resumed my contemplations. | Minutos más tarde me arrancó del mismo la voz de Pompeyo, declarando que no podía sostenerme más y pidiéndome que tuviera la gentileza de bajar. Esto me pareció poco razonable y así se lo dije mediante un discurso de cierta duración. Replicóme con una evidente tergiversación de mis ideas al respecto. Enojéme en consecuencia y le dije lisa y llanamente que era un estúpido, que había cometido una ignorancia del elenco, que sus nociones eran meros insomnios del jueves y que sus palabras apenas valían más que una mona verbosa. Con esto pareció convencido y reanudé mi contemplación. |
It might have been half an hour after this altercation, when, as I was deeply absorbed in the heavenly scenery beneath me, I was startled by something very cold which pressed with a gentle pressure upon the back of my neck. It is needless to say that I felt inexpressibly alarmed. I knew that Pompey was beneath my feet, and that Diana was sitting, according to my explicit directions, upon her hind-legs in the farthest corner of the room. What could it be? Alas! I but too soon discovered. Turning my head gently to one side, I perceived, to my extreme horror, that the huge, glittering, scimetar-like minute-hand of the clock, had, in the course of its hourly revolution, descended upon my neck. There was, I knew, not a second to be lost. I pulled back at once — but it was too late. There was no chance of forcing my head through the mouth of that terrible trap in which it was so fairly caught, and which grew narrower and narrower with a rapidity too horrible to be conceived. The agony of that moment is not to be imagined. I threw up my hands and endeavored with all my strength to force upwards the ponderous iron bar. I might as well have tried to lift the cathedral itself. Down, down, down it came, closer, and yet closer. I screamed to Pompey for aid; but he said that I had hurt his feelings by calling him “an ignorant old squint eye.” I yelled to Diana; but she only said “bow-wow-wow,” and that “I had told her on no account to stir from the corner.” Thus I had no relief to expect from my associates. | Habría pasado media hora de este altercado, cuando, absorta como me hallaba en el celestial escenario ofrecido a mis ojos, me sobresaltó la sensación de algo sumamente frío que se posaba suavemente en mi nuca. Inútil decir que me sentí sobremanera alarmada. Sabía que Pompeyo se hallaba bajo mis pies y que Diana seguía sentada sobre las patas traseras en un rincón del campanario, de acuerdo con mis instrucciones explícitas. ¿Qué podía entonces ser? ¡Ay, no tardé en descubrirlo! Girando suavemente a un lado la cabeza, percibí para mi extremo horror que el enorme, resplandeciente, cimitarresco minutero del reloj había descendido en el curso de su revolución horaria hasta posarse en mi cuello. Comprendí que no debía perder un segundo. Me eché hacia atrás... pero era demasiado tarde. Imposible pasar la cabeza por la boca de aquella terrible trampa en la que había caído tan desprevenidamente, y que se hacía más y más angosta con una rapidez demasiado horrenda para ser concebida. La agonía de aquellos instantes no puede imaginarse. Alcé las manos, luchando con todas mis fuerzas para levantar aquella pesadísima barra de hierro. Hubiera sido lo mismo tratar de alzar la catedral. Más, más y más bajaba, cada vez más cerca, más cerca. Grité para que Pompeyo me auxiliara, pero me contestó que había herido sus sentimientos al llamarlo un ignorante verboso. Clamé el nombre de Diana, que sólo me contestó «bow-bow-bow», agregando que le había mandado que no se saliera del rincón. No tenía, pues, que esperar socorro de mis compañeros. |
Meantime the ponderous and terrific Scythe of Time (for I now discovered the literal import of that classical phrase) had not stopped, nor was likely to stop, in its career. Down and still down, it came. It had already buried its sharp edge a full inch in my flesh, and my sensations grew indistinct and confused. At one time I fancied myself in Philadelphia with the stately Dr. Moneypenny, at another in the back parlor of Mr. Blackwood receiving his invaluable instructions. And then again the sweet recollection of better and earlier times came over me, and I thought of that happy period when the world was not all a desert, and Pompey not altogether cruel. | Entretanto la pesada y terrífica guadaña del tiempo (pues ahora descubría el valor literal de la clásica frase) no se había detenido ni parecía dispuesta a hacerlo. Continuaba bajando más y más. Había ya hundido su filoso borde en mi cuello, penetrando más de una pulgada, y mis sensaciones se tornaron indistintas y confusas. En un momento dado me creí en Filadelfia, con el majestuoso Dr. Moneypenny, y en otro me vi en el estudio de Mr. Blackwood, recibiendo sus impagables instrucciones. Y luego me invadió el dulce recuerdo de tiempos pasados y mejores, y pensé en la época feliz, cuando el mundo no era un desierto, ni Pompeyo tan cruel. |
The ticking of the machinery amused me. Amused me, I say, for my sensations now bordered upon perfect happiness, and the most trifling circumstances afforded me pleasure. The eternal click-clack, click-clack, click-clack, of the clock was the most melodious of music in my ears — and occasionally even put me in mind of the grateful sermonic harangues of Dr. Morphine. Then there were the great figures upon the dial-plate — how intelligent, how intellectual, they all looked! And presently they took to dancing the Mazurka, and I think it was the figure V who performed the most to my satisfaction. She was evidently a lady of breeding. None of your swaggerers, and nothing at all indelicate in her motions. [page 239:] She did the pirouette to admiration — whirling round upon her apex. I made an endeavor to hand her a chair, for I saw that she appeared fatigued with her exertions — and it was not until then that I fully perceived my lamentable situation. Lamentable indeed! The bar had buried itself two inches in my neck. I was aroused to a sense of exquisite pain. I prayed for death, and, in the agony of the moment, could not help repeating those exquisite verses of the poet Miguel De Cervantes: | El tic-tac de la máquina me divertía. Digo que me divertía, pues mis sensaciones bordeaban ahora la perfecta felicidad, y las más triviales circunstancias me proporcionaban vivo placer. El eterno tic-tac, tic-tac, tic-tac del reloj era la más melodiosa de las músicas en mis oídos y llegaba a recordarme las graciosas arengas y sermones del Dr. Ollapod. Y luego estaban los grandes números en la esfera del reloj... ¡Cuán inteligentes, cuan intelectuales parecían! Muy pronto empezaron a bailar una mazurca y me pareció que el número V era quien lo hacía más a mi gusto. No cabía duda de que era una dama bien educada. Nada de fanfarronería, nada de indelicado en sus movimientos. Hacía la pirueta admirablemente, girando como un torbellino sobre su eje. Me esforcé por alcanzarle una silla, pues parecía fatigada por el esfuerzo... y sólo entonces recobré la conciencia de mi lamentable situación. ¡Oh, cuán lamentable! La aguja se había introducido dos pulgadas más en mi cuello. Nació en mí una sensación de dolor exquisito. Rogué que la muerte llegara y en la agonía de aquel momento no pude impedirme repetir aquellos admirables versos del poeta Miguel de Cervantes: |
Vanny Buren, tan escondida
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Vanny Buren, tan escondida.
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But now a new horror presented itself, and one indeed sufficient to startle the strongest nerves. My eyes, from the cruel pressure of the machine, were absolutely starting from their sockets. While I was thinking how I should possibly manage without them, one actually tumbled out of my head, and, rolling down the steep side of the steeple, lodged in the rain gutter which ran along the eaves of the main building. The loss of the eye was not so much as the insolent air of independence and contempt with which it regarded me after it was out. There it lay in the gutter just under my nose, and the airs it gave itself would have been ridiculous had they not been disgusting. Such a winking and blinking were never before seen. [page 240:] This behavior on the part of my eye in the gutter was not only irritating on account of its manifest insolence and shameful ingratitude, but was also exceedingly inconvenient on account of the sympathy which always exists between two eyes of the same head, however far apart. I was forced, in a manner, to wink and blink, whether I would or not, in exact concert with the scoundrelly thing that lay just under my nose. I was presently relieved, however, by the dropping out of the other eye. In falling it took the same direction (possibly a concerted plot) as its fellow. Both rolled out of the gutter together, and in truth I was very glad to get rid of them. | Pero ya un nuevo horror se presentaba, capaz de conmover los nervios más templados. A causa de la cruel presión de la máquina, mis ojos se estaban saliendo de las órbitas. Mientras pensaba cómo podría arreglármelas sin su ayuda, uno de ellos saltó de mi cabeza y, rodando por el empinado frente del campanario, se alojó en un caño de desagüe que corría por el alero del edificio. La pérdida del ojo no fue tan terrible como el insolente aire de independencia y desprecio con que me siguió mirando cuando estuvo fuera. Allí estaba, en la canaleta, debajo de mis narices, y los aires que se daba hubieran sido ridículos de no resultar repugnantes. Jamás se vieron guiñadas y bizqueos semejantes. Esta conducta por parte de mi ojo en la canaleta no sólo era irritante por su manifiesta insolencia y vergonzosa ingratitud, sino que resultaba sumamente incómoda a causa de la simpatía siempre existente entre los dos ojos de la cara, por más alejados que se hallen uno del otro. Me veía, pues, obligada a guiñar y bizquear, me gustara o no, en exacta correspondencia con aquel objeto depravado que yacía debajo de mis narices. Pero pronto me alivió la caída de mi otro ojo, el cual siguió la dirección del primero (probablemente se habían puesto de acuerdo), y ambos desaparecieron por la canaleta, con gran alegría de mi parte. |
The bar was now three inches and a half deep in my neck, and there was only a little bit of skin to cut through. My sensations were those of entire happiness, for I felt that in a few minutes, at farthest, I should be relieved from my disagreeable situation. And in this expectation I was not at all deceived. At twenty-five minutes past five in the afternoon precisely, the huge minute-hand had proceeded sufficiently far on its terrible revolution to sever the small remainder of my neck. I was not sorry to see the head which had occasioned me so much embarrassment at length make a final separation from my body. It first rolled down the side of the steeple, then lodged for a few seconds in the gutter, and then made its way, with a plunge, into the middle of the street. | La aguja del reloj se hallaba ahora cuatro pulgadas y media dentro de mi cuello y sólo quedaba por cortar un pedacito de piel. Mis sensaciones eran las de una perfecta felicidad, pues comprendía que en pocos minutos a lo sumo me vería libre de tan desagradable situación. Y no me vi defraudada en mi expectativa. Exactamente a las cinco y veinticinco de la tarde el pesado minutero avanzó lo suficiente en su terrible revolución para dividir el trocito de cuello faltante. No lamenté ver que mi cabeza, causa de tantas preocupaciones, terminaba por separarse completamente del cuerpo. Primero rodó por el frente del campanario, detúvose unos segundos en el caño de desagüe y, finalmente, se precipitó al medio de la calle. |
I will candidly confess that my feelings were now of the most singular, nay of the most mysterious, the most perplexing and incomprehensible character. My senses were here and there at one and the same moment. With my head I imagined, at one time, that I, the head, was the real Signora Psyche Zenobia — at another I felt convinced that myself, the body, was the proper identity. To clear my ideas upon this topic I felt in my pocket for my snuff-box, but, upon getting it, and endeavoring to apply a pinch of its grateful contents in the ordinary manner, I became immediately aware of my peculiar deficiency, and threw the box at once down to my head. It took a pinch with great satisfaction, and smiled me an acknowledgment in return. Shortly afterwards it made me a speech, which I could hear but indistinctly without my ears. I gathered enough, however, to know that it was astonished at my wishing to remain alive under such circumstances. In the concluding sentences it compared me to the hero in Ariosto, who, in the heat of combat, not perceiving that he was dead, continued to fight valiantly dead as he was. I remember that it used the precise words of the poet: | Confieso honestamente que mis sentimientos eran ahora de lo más singulares; aún más, misteriosos, desconcertantes e incomprensibles. Mis sentidos estaban aquí y allá en el mismo momento. Con la cabeza imaginaba en un momento dado que yo, la cabeza, era la verdadera Signora Psyche Zenobia; pero en seguida me convencía de que yo, el cuerpo, era la persona antedicha. Para aclarar mis ideas al respecto tanteé en mi bolsillo buscando mi cajita de rapé, pero al encontrarla y tratar de llevarme una pizca de su grato contenido a la parte habitual de mi persona, advertí inmediatamente la falta de la misma y arrojé la caja a mi cabeza, la cual tomó un polvo con gran satisfacción y me dirigió una sonrisa de reconocimiento. Poco más tarde, se puso a hablarme, pero como me faltaban los oídos escuché muy mal lo que me decía. Alcancé a comprender lo suficiente, sin embargo, para darme cuenta de que la cabeza estaba sumamente extrañada de que yo deseara seguir viviendo bajo tales circunstancias. En sus frases finales citó las nobles palabras de Ariosto comparándome así con el héroe que, en el calor del combate, no se daba cuenta de que ya estaba muerto y seguía luchando con inextinguible valor: |
Il pover hommy che non sera corty
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Il pover hommy che non sera corty,
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There was nothing now to prevent my getting down from my elevation, and I did so. What it was that Pompey saw so very peculiar in my appearance I have never yet been able to find out. The fellow opened his mouth from ear to ear, and shut his two eyes as if he was endeavoring to crack nuts between the lids. Finally, throwing off his overcoat, he made one spring for the staircase and — I never saw him again. I hurled after the scoundrel those vehement words of Demosthenes — | Ya nada me impedía descender de mi elevación, y así lo hice. Jamás he podido saber qué vio de particular Pompeyo en mi apariencia. Abrió la boca de oreja a oreja y cerró los ojos como si quisiera partir nueces con los párpados. Finalmente, arrojando su gabán, dio un salto hasta la escalera y desapareció. Vociferé tras del villano aquellas vehementes palabras de Demóstenes: |
Andrew O’Phlegethon, you really make haste to fly, | Andrew O’Phlegethon, qué pálido que estás, |
and then turned to the darling of my heart, to the cur tailed, the one-eyed, the shaggy-haired Diana. Alas! what horrible vision affronted my eyes? Was that a rat I saw skulking into his hole? Are these the picked bones of the little angel who has been cruelly devoured by the monster? Ye Gods! and what do I behold? Is — is that the departed spirit, the shade, the ghost of my beloved puppy, which I perceive sitting with a grace and face so melancholy, in the corner? Hearken! for she speaks, and, heavens! it is in the German of Schiller — | y me volví hacia la muy querida de mi corazón, la del único ojo a la vista, la lanudísima «Diana». ¡Ay! ¿Qué horrible visión me esperaba? ¿Vi realmente a una rata que se volvía a su cueva? ¿Y eran estos huesos los del desdichado angelillo, cruelmente devorado por el monstruo? ¡Oh dioses! ¡Qué contemplo! ¿Es ése el espíritu, la sombra, el fantasma de mi amada perrita, que diviso allí sentado en el rincón con melancólica gracia? ¡Escuchad, pues habla y, cielos... habla en el alemán de Schiller!: |
Unt stubby duk, so stubby dun
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Alas! — and are not her words too true?
And if I died at least I died For thee — for thee. |
Unt stubby duk, so stubby dun,
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Sweet creature! she too has sacrificed herself in my behalf! Dogless, niggerless, headless, what now remains for the unhappy Signora Psyche Zenobia? Alas — nothing. I have done. | ¡Dulce criatura! ¡También ella se ha sacrificado por mí! Sin perra, sin negro, sin cabeza, ¿qué queda ahora de la infeliz Signora Psyche Zenobia? ¡Ay, nada! He terminado. |